Las cicatrices invisibles: el sorprendente vínculo entre los traumas infantiles y las adicciones.

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¿Qué es el trauma?

Comenzaremos este nuevo artículo de nuestro blog definiendo lo que consideramos como trauma. Peter Levine, autor especializado en este tema, entiende que el trauma tiene su esencia en los efectos debilitantes que muchas personas sufren tras experimentar situaciones que han percibido como abrumadoras o amenazantes para su vida.

Es evidente que no todos reaccionamos igual ante situaciones aparentemente idénticas. Lo que para algunos individuos resulta emocionante, para otros puede suponer una experiencia tremendamente dañina. La diversidad de respuestas depende de factores biológicos, rasgos de personalidad, características del soporte familiar con el que se contó en el momento en que la situación se produjo, …

¿Cómo nos afectan los traumas de la infancia?

Lo cierto es que algunos tipos de experiencias vividas en nuestra infancia pueden estar limitando de formas insospechadas nuestra capacidad de lidiar con los problemas del presente y nos pueden estar afectando de varias formas que no nos resultan evidentes. Esta es una idea clave que deberíamos tener presente a la hora de acudir a terapia, si buscamos una solución en profundidad a nuestros problemas.

Las evidencias científicas constatan que las situaciones que nos impactaron profundamente en nuestra infancia, a veces, quedan guardadas en la “trastienda de nuestra mente”, en ocasiones, parcialmente olvidadas y, desde luego, es poco probable en muchos casos que las asociemos con situaciones conflictivas del presente.

Existen causas muy evidentes de trauma que cualquiera reconocería:

  • Situaciones de conflicto bélico.
  • El abuso infantil severo, sea físico, emocional o sexual.
  • El descuido, la traición o el abandono durante la infancia.
  • La experiencia de contemplar violencia.
  • La violación.
  • Las lesiones y enfermedades catastróficas.

Por otra parte, nos encontramos con causas menos evidentes, pero que, en determinadas personas, pueden haber ocasionado un fuerte impacto.

¿Cuáles pueden ser algunas de ellas?

  • Accidentes automovilísticos menores.
  • Procedimientos médicos invasivos.
  • Caídas u otras lesiones, aparentemente poco importantes.
  • Terremotos, huracanes, tornados, inundaciones…
  • Enfermedades con fiebre alta, internamiento en un hospital …
  • Quedarse solo, especialmente en caso de niños pequeños y bebés.
  • Inmovilización prolongada (escayolas, uso de silla de ruedas durante un tiempo …).
  • Ruidos altos repentinos, igualmente en el caso de niños o bebés.
  • Tensión durante el parto, tanto para la madre como para el niño.

Avanzaremos en este artículo introduciendo un elemento que ha demostrado tener una estrecha vinculación con el trauma no resuelto: las adicciones.

Conductas adictivas derivadas del trauma

En un intento de evitar los sentimientos negativos que la experiencia del trauma sigue generando, las personas recurren con frecuencia a conductas adictivas como una manera de tratar de escapar de los recuerdos dolorosos y paliar el estrés que la evocación de estos suscita, es lo que se denomina afrontamiento evitativo. Es decir, “adormecemos” el dolor que nos provoca el recuerdo de lo que nos aconteció con un uso indebido de sustancias o de comportamientos adictivos, no siempre relacionados con sustancias (dependencia excesiva de las redes sociales, ludopatía, consumo de pornografía, …)

 Las adicciones son solo uno de los muchos problemas que aquejan a las personas que arrastran una situación traumática no sanada y, en interacción con la adicción, las relaciones negativas y la violencia pueden contribuir al uso indebido de sustancias o comportamientos como un medio para escapar de las circunstancias adversas. Es decir, la adicción genera un bucle de comportamientos agresivos que, a su vez, puede conducir a una escalada en la propia adicción.

Consideramos imprescindible, si queremos sanar como individuos y como sociedad, que tomemos conciencia de esta problemática cada vez más extendida y que adoptemos una actitud decidida en aras de nuestra sanación, la de nuestras familias y la de nuestro contexto más próximo. Solo de esa forma podremos contribuir a nuestra auténtica felicidad y aportaremos un grano de arena a una verdadera mejora social.

Esta reflexión nos debe conducir a mostrar compasión hacia nosotros mismos, en el caso de que estemos experimentando una situación de trauma no resuelto y/o de adicción, una compasión que ha de extenderse también a las personas de nuestro entorno, en el caso de que sean ellas las que estén padeciendo esa problemática, pero la compasión no se puede revestir de condescendencia, sino que ha de dirigirse hacia el afrontamiento, con la responsabilidad que nos define como seres humanos.

Si lo que hemos expuesto en este artículo resuena de alguna forma contigo, o bien directamente o bien con alguien a quien amas y aprecias, ¡no dudes en pedir ayuda profesional!

Tienes que pensar que “Hay mucho en juego”.

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