En la infancia se establecen los cimientos de cualquier persona, esto es algo que ya sabemos. En ella se originan los vínculos que servirán de molde para las futuras relaciones interpersonales que se den en el resto de las etapas vitales, desde la adolescencia, que también será clave en el desarrollo; hasta la edad adulta o, incluso, la vejez.
Por lo tanto, si en esta primera etapa aprendemos a relacionarnos de manera disfuncional con los demás, sin duda también acabaremos comportándonos de esta forma con nosotros mismos.
Y es que, en los últimos años se ha disparado el número de casos de trastornos de ansiedad y de depresión. En pacientes con alguno o ambos de estos trastornos, las adicciones pueden tener el papel de aliviar los síntomas psicológicos y emocionales que resultan de los mismos.
Evidentemente, no podemos reducir la causalidad de estos únicamente a eventos ocurridos en la infancia o adolescencia; sin embargo, en estas etapas hay factores fundamentales a tener en cuenta respecto a estas problemáticas. Especialmente, en los momentos en los que destaca la vulnerabilidad (mayormente por sucesos que apenas pudiste controlar). Si no aprendiste a lidiar con los problemas de una manera adaptativa para ti, cuando en la adultez atravieses momentos donde existan tensiones, se verá reflejado que no obtuviste herramientas útiles para autorregularte y, de esta forma, el dolor que sentiste de niño o adolescente, muy probablemente se verá multiplicado.
Así, con mucha frecuencia este malestar se pondrá de manifiesto en las interacciones existentes con tu pareja, en el caso de que mantengas una relación de este tipo. El vínculo de pareja es uno de los más estrechos en la vida de las personas y, al resultar tan cercano, se convierte en un “caldo de cultivo” muy proclive para que en él se manifiesten los traumas que arrastramos de etapas pasadas.
Tradicionalmente, se le ha dado gran visibilidad a la adicción a las drogas, al alcohol, incluso a la adicción al juego o al sexo. Actualmente, sabemos que la adicción a las tecnologías está a la orden del día y, entre ellas y de forma prevalente, la adicción a la pornografía.
Si echamos un vistazo al DSM-V (Manual diagnóstico de los trastornos mentales) veremos que en muchas patologías psíquicas aparece la adicción como un problema asociado a estas. Asimismo, suele ser una consecuencia que funciona como una forma de autorregulación, aunque, por supuesto, resulta ser un método disfuncional que, lejos de ayudar a la persona, empeora su situación. Además, esta tendencia a las adicciones también se entiende por la alta impulsividad que caracteriza mayoritariamente a las personas proclives a la adicción, así como la necesidad de estas de buscar estímulos nuevos
A diferencia de otras adicciones, uno de los peligros de la adicción a la pornografía radica en que no suele ser detectable por el entorno de la persona adicta, de modo que brindar ayuda se vuelve más complicado. Como con cualquier otra adicción, tras su consumo se libera dopamina, lo que permite que se desarrolle la dependencia. Las consecuencias de la adicción al porno pueden ser bastante graves, desde la ruptura de la pareja, pasando por disfunciones sexuales, llegando a posibles problemas familiares, entre ellos, posibles abusos.
Por otra parte, la exposición o consumo en exceso de sustancias o actividades adictivas (pornografía, drogas, alcohol, sexo, etc.) puede llevarte a la tolerancia de estas, necesitando así más y más dosis para sentirte satisfecho/a, e incluso puede que llegue el momento en el que ni siquiera disfrutes de ellas como solías hacer. Esto puede resultar muy frustrante y, además, será facilitador de que aflore cierto mal humor, o como a algunos autores les gusta llamar: “tu sombra”. Si intentas ir en contra de ella, será más probable que esta venza. En cambio, si aceptas que es una parte de ti y trabajas en entenderla y en aprender a gestionarla, se le hará más difícil molestarte e interferir en tus relaciones.
Esta sombra surge de aquellos problemas que acaecieron en los momentos de vulnerabilidad de los que hablábamos antes. La clave está en saber tratar con ella cuando aparece, dándole su lugar y entendiendo el motivo de su aparición. Esta labor será mucho más fácil si haces partícipe a tu pareja en la gestión de ese malestar que a todos, de una forma u otra, con más o menos intensidad, nos acecha en muchos momentos. Es interesante que compartas con ella cómo te sientes, de dónde crees que viene esa sensación y, entre los dos, buscar soluciones.
Por eso es importante que, si decides mantener una relación de pareja, esta sea una relación sana que permita la comunicación y la expresión de sentimientos, para así poder ayudar y ser ayudado por la persona con la que has decidido emprender un nuevo camino. En definitiva, es fundamental que en tu relación haya confianza y que estéis dispuestos a trabajar en vuestro vínculo, de manera que se vean satisfechas las necesidades de ambos miembros de la pareja, sin ser objeto de juicio y buscando la felicidad propia y conjunta.